Pablo Neruda:

Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas.

lunes, 12 de enero de 2009

La aventura de una conciencia

Eran tres hermanos ilustres: Luis, Capitán General del Ejército, Senador, Jefe de la Casa Militar del Jefe del Estado y Director General de la Guardia Civil; Manuel, Teniente General del Ejército, Jefe del Alto Estado Mayor y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas y de la Real Academia Española, y, por último, José María.

Nació en 1911, ingresó en la Compañía de Jesús y se ordenó sacerdote. Llegó a ser un reputado profesor de Doctrina Social en la imponente Universidad Gregoriana de Roma cuando en 1972 publicó sin la censura previa obligada, el libro Yo creo en la esperanza.

Extremadamente crítico con la curia vaticana, el libro fue considerado como contrario a la Iglesia y una apología del marxismo. Se vio obligado a abandonar la docencia en la Gregoriana y a la exclaustración y posterior salida de la Compañía de Jesús, en 1975, para evitar males mayores con el Vaticano. A pesar de ello, ha seguido vinculado toda su vida a los Jesuitas.

Regresó un año después a Madrid y se fue a vivir a una chabola del Pozo del Tío Raimundo, la barriada en la que otro jesuita, el padre Llanos, ex capellán de Falange, amigo y director de ejercicios espirituales de Franco, llevaba practicando una radical teología de la liberación.

Con un gran sentido del humor, se hizo imprimir esta curiosa tarjeta de visitas: "José María Díez-Alegría. Doctor en Filosofía. Doctor en Derecho. Licenciado en Teología. Ex profesor de Ciencias Sociales en la Universidad Gregoriana. Jubilado por méritos de guerra incruenta. Calle Martos, 15. Pozo del Tío Raimundo".

En la senectud de su vida, ha demostrado tener una lucidez propia de cualquier adulto treintañero, en plenitud mental: “La ética católica más común afirmaba que la propiedad privada era de derecho natural y, por tanto, consideraba que toda forma de socialismo era inaceptable. Entonces, estudié a los santos padres y la filosofía católica medieval y vi que más bien lo más natural es que los bienes que hay en el mundo sean para todos, y la propiedad privada es aceptable como derecho con tal de que tenga mucho carácter de moderación y de sentido social.”

“La Iglesia católica, pero en general todas las iglesias cristianas, habíamos traicionado al Jesús del Evangelio (…) las estructuras como tales de las iglesias se parecen poco al Jesucristo del Sermón de la Montaña y al Jesús del Calvario, que le matan por ser amigo de los pobres y por denunciar las injusticias y el amor desordenado al dinero.”

"Un acontecimiento de una desgracia enorme para el cristianismo fue su alianza de poder con el Imperio Romano. Después de la época de persecuciones, llega Constantino, que no sólo dio libertad a la Iglesia, sino que le dio protección, y convirtió a aquella Iglesia martirial en una Iglesia con afán de dominio a través de la creación de Estados confesionales. Por su complejidad y tamaño, la Iglesia católica necesita una base económica que, de manera inexcusable, le hace solidaria con los intereses del gran capitalismo aunque con sinceridad denuncie en ocasiones los abusos del capitalismo, no puede estar existencialmente implicada en una denuncia estructural de manera permanente".

Medalla de Oro al Merito en el trabajo en 2007, Alegría es un personaje adelantado a su tiempo, un reformista amigo de lo políticamente incorrecto, que en la edad media seguramente hubiera sido quemado por hereje. Una trayectoria modélica.

Tras la muerte de Juan XXIII, el utópico sueño de la Teología de la Liberación quedó huérfano. Por encargo de Juan Pablo II, el cardenal Joseph Ratzinger, que entonces dirigía la Congregación para la Doctrina de la Fe (sucesora del Santo Oficio), elaboró dos documentos condenando esta nueva forma de vivir el cristianismo. El Opus Dei venció a otras órdenes más progresistas, como la Compañía de Jesús, actualmente relegada.

El diccionario define el término “héroe” para aquella persona que realiza una acción admirable, famosa o extraordinaria por el valor que requiere o por sus méritos.

Es admirable renunciar pertenecer a la aristocracia vaticana por hacer caso a la propia conciencia.

Ha adquirido fama con sus méritos. Ha escrito varios libros, y se han escrito libros sobre su vida (destaco el que da título a esta entrada). Cuando muera, lo que ocurrirá en poco tiempo, seguro que se escribirán algunas noticias, durante uno o dos días, con una breve reseña.


Sin dudas, su vida es extraordinaria. Porque sus actos están realizados por pura convicción y con gran valor. Renunciar a una existencia opulenta en Roma, y probablemente a un vestido púrpura, birrete y anillo cardenalicio, no es especialmente difícil. Pero él no cambió a una vida sedentaria de estudio y meditación. Se dedicó a ser un obrero más en el Pozo. En una Orden (los Jesuitas) donde al Prepósito Superior se le llama “el General”, él se hizo soldado raso. Su legado con los desheredados permanecerá imborrable.

Si algo conmueve mi interior es el ejemplo de hombres como Ignacio Ellacuría, el Padre Llanos o José María Díez-Alegría. Hombres de acción, generosos y desinteresados, como tantos otros (religiosos o seglares), que se entregan a los demás, con un mérito y valor que a mi me faltan... Auténticos “héroes”.

3 comentarios:

Joanmaga dijo...

Decía Jesus en la entrada anterior que había vuelto, pero quien realmente ha regresado es nuestro gran Juanchipirón.

El Master dijo...

Interesante entrada Juanchi... Una vez más elevas el nivel del blog y nos das la oportunidad de ampliar conocimientos y puntos de vista. Merci.

Jesus dijo...

Menuda locura te ha dado.
Necesitas más copitas y menos lecturas, o vas a acabar quitando el puesto a Fedegico